Seguramente cuando hablamos de disciplina, lo primero que te viene a la cabeza es a tu mamá con la chancla o cinturon en la mano y no es para menos, ya que esta es la forma mas común de disciplinar.
Al igual que en la educación, tambien hemos crecido con un concepto erroneo, porque seguramente soltaste una carcajada o al menos una sonrisa con la imagen de la mamá correteando con un cinturon al niño o con los aliados favoritos de mamá.
Para la mayoría de la gente hablar de disciplina, es sinonimo de castigos, golpes o dolor y esto dista mucho de lo que realmente significa la palabra. La mejor deficición de displina es: enseñar o indicar un camino a seguir.
Es aquí donde muchos padres cometemos un tremendo error: enseñamos a nuestros hijos por medio del dolor y aunque ha sido una manera de formar a muchas generaciones de bien, en algunos casos las cicatrices que quedan son dolorosas o nunca cierran.
Pero existe una forma de disciplina que es muy poco utilizada, porque con lleva una gran responsabilidad para poder enseñarla: primero uno tiene que ser displinado.
Es aqui donde la mayoría de los padres al no querer disciplinarse, pierden la cabeza y recurren a la disciplina por dolor cuando quieren corregir a sus hijos, en lugar de una disciplina mas efectiva que es por el ejemplo.